Injusticia Neoliberal Mediante Formas no Democráticas Una de las razones fundamentales para oponerse a la globalización neoliberal es la ausencia absoluta de un proceso democrático en su implementación. Es evidente que el paradigma es inherentemente injusto y que está generando tremendas desigualdades en todas partes, ya que es un paradigma hecho ex profeso para beneficio de los centros de poder económico y político. Por ello, no se solicitó la aprobación de esta clase particular de economía de mercado ni a los ciudadanos de las naciones del Norte ni a aquellos de las naciones del Sur. En su lugar, los centros de poder y sus socios en la periferia han impuesto la globalización neoliberal sin el menor rastro de democracia en el proceso. Ciertamente, la globalización es intrínsecamente antidemocrática porque su significado es lo opuesto al concepto de diversidad en la elección y de la toma colectiva de decisiones. Y los gobiernos de la mayoría de los llamados países en "desarrollo" han aceptado y, a menudo, abrazado al neoliberalismo porque buscan permanecer en el poder obteniendo su legitimidad respaldando la agenda económica global del G7 en lugar de obtenerla de sus constituyentes. Globalizando la parodia democrática De esta forma, la explotación del Sur ocurre porque los principios originales de la democracia han sido completamente corrompidos mundialmente. Lo poco de democracia que existe se limita al proceso electoral y, aún éste, crecientemente se vuelve una farsa aún en las llamadas democracias maduras, tal y como el mundo atestó en las elecciones federales estadounidenses de 2002 y 2004. La vieja ágora griega, aquel lugar donde la sociedad supuestamente salda los conflictos entre intereses públicos y privados, ya no existe porque la mayoría de los intereses han sido privatizados y los gobiernos los discuten en privado con los dueños del poder económico.
Lo que en su lugar vivimos es una corpocracia u oligocracia. Sin duda, sin siquiera tomar en consideración todas las constantes violaciones de los más básicos derechos humanos, las poblaciones del Sur sufren de una traición absoluta en la gestión de sus economías, una conducta que constituye un robo descarado y un crimen enorme en contra de sus sociedades civiles. Con el objeto de asegurar flujos netos de capital para atender la carga de sus deudas, mantener a las economías en crecimiento y mantenerse en el poder, los gobiernos han entusiastamente aceptado las condiciones para la neoliberalización absoluta de sus economías exigidas por el "Consenso de Washington", el FMI y el Banco Mundial, a cambio de supuestas asistencias monetarias y para desarrollo. De esta forma, los gobiernos de estas naciones han promovido muy entusiastamente, entre las transnacionales del Norte, la explotación de sus fuerzas de trabajo como si fuesen una abundante materia prima. Han estratégicamente posicionado a sus países como proveedores de mano de obra barata y eficiente, al sistemáticamente deprimir la participación del factor trabajo y, por tanto, han conscientemente y sistemáticamente empobrecido a sus poblaciones con tal de permanecer en el poder. Esto constituye, en efecto, la restitución de la vieja relación centro-periferia entre las oligarquías locales en el Sur y los centros de poder económico en el Norte, precisamente lo que ha hecho posible la sucesión de eras coloniales y neo-coloniales desde los tiempos del mercantilismo.
Sin embargo, los poderes centro-periféricos y sus socios en el Sur se ufanan de llamar a esta oligocracia un proceso democrático siendo que esto no es más que la total globalización de la parodia democrática. La obligación más elemental de cada gobierno democrático, procurar el bienestar de todos los rangos de la sociedad, ha sido absolutamente traicionada, ya que el juego-suma-cero, donde las corporaciones globales obtienen de los gobiernos el ámbito más competitivo para enriquecerse a cambio de contribuciones monetarias, va directamente en contra del principio básico de la democracia de procurar el bienestar de todos. Más aún, la globalización neoliberal ha exhibido a Estados Unidos, su principal impulsor, como a un rudo imperio que tomará acciones unilaterales extremas para imponerle al mundo sus intereses nacionales, ergo, el interés económico de sus corporaciones globales. De esta forma, la confianza en la democracia representativa está en bancarrota a escala mundial, ya que vivimos en una corpocracia global con nuevas reglas dictadas por los inversionistas institucionales quienes amasan el capital global y son propietarios de las corporaciones globales.
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La inequidad nunca es opción mientras que la coexistencia sí lo es
Debemos tener presente que un principio central de la vida democrática es que los valores capitalistas no pueden prevalecer sobre los valores democráticos y el valor moral de la solidaridad humana, porque las personas no gozan de las mismas oportunidades ni compiten bajo términos de igualdad. Nadie elige las condiciones socioeconómicas ni políticas donde nace. Por tanto, si aspiramos a las coexistencia pacífica de todas las culturas, no podemos permitir un tipo de capitalismo donde la supervivencia del más apto prevalezca, porque si rechazamos a la solidaridad humana y a la coexistencia pacífica, entonces sólo podremos esperar conflictos sin tregua y la destrucción humana. No hay duda de que estamos presenciando una explosión creciente de conflictos, no sólo entre las diferentes regiones y culturas del mundo sino también dentro de los países, los cuales están experimentando altos niveles de disolución social, porque los gobiernos han hecho una parodia de la democracia y solamente se dedican a proteger sus muy privados intereses. El surgimiento de la real democracia El estado decrépito y paródico de la democracia representativa comienza a generar una reacción mundial contrapuesta sin parangón. La energía liberada con esta reacción va en pos de la creación de un nuevo paradigma que responda directamente a la gente para crear un entorno democrático directo y participativo. El principal factor que actúa como catalizador de esta reacción es la continua imposición de los intereses privados de los centros de capital global sobre el interés público de las sociedades y sobre su búsqueda hipotética del bienestar de todos los miembros de la sociedad. La imposición de la lógica del mercado, en línea con los intereses de sus principales participantes, de la manera más perversa e invasora de las diversas formas de ganarse la vida de las sociedades por todo el mundo, está generando una reacción social que sitúa a las responsabilidades sociales, económicas y ambientales de las empresas a la vanguardia del movimiento global que busca definir completamente el fin de la democracia y de las sociedades democráticas. La gente hace toma de consciencia de que la única forma de redefinir el propósito de la democracia de manera integral, en beneficio de todas sus partes interesadas, es transformando el fin de los negocios (Corporation 20/20: Principles of Corporate Redesign). En consecuencia, hay una redefinición completa del significado de los negocios y de su fin de ser al nivel más profundo . Se vuelve evidente que este es un evento sine qua non en la redefinición de la democracia y de las sociedades democráticas.
El actual significado de desarrollo es resultado de accionitismo (valor del accionista), de la corrupción de la clase política y de la alienación de la gente mediante la promoción de la cultura de consumismo irracional, de la banalidad y del individualismo, los cuales están desembocando en anomia: un rompimiento completo del tejido social con desesperanza, conflicto y desviaciones extremas. Esto está generando un grado tremendo de insatisfacción social. La gente está llegando al hartazgo absoluto de sus llamadas democracias y están ya movilizándose para ejercer el cambio. El caso de México desde 2006, donde más de una tercera parte de la población no le reconoce poder legítimo alguno al actual gobierno y se ha organizado para oponérsele y denunciar sus acciones en muchos aspectos de la vida pública es claro ejemplo de esta reacción. Si esta tendencia continúa, lo que es muy probable, desembocará en una reacción social mundial en contra de las actuales estructuras de gobierno con la exigencia explícita de redefinir el significado y propósito de la democracia y del papel de las empresas en favor de un entorno de real democracia. Un evento actual que exhibe a esta gran exasperación es la violencia que se suscitó en más de 300 ciudades francesas en 2005, debido al sentimiento avasallador de exclusión, de enorme frustración y de impotencia entre los pobres, tanto entre los nativos como entre los naturales.1
Re-enunciado a la democracia Es evidente que debido a que el papel de los negocios y de su influencia invasora de las vidas de todos se encuentra en el centro del creciente conflicto social, económico y político de muchas naciones, las responsabilidades sociales y ambientales de las empresas estarán en primera fila de esta lucha. No obstante, la reacción social estará dirigida directamente a las estructuras de poder, sobre todo a las llamadas estructuras de la democracia representativa por haber traicionado su compromiso de procurar el bien común. La raíz del problema no está en el mercado en sí mismo, sino en las instituciones que se suponen encargadas de controlarlo en favor de la sociedad. De esta forma, redefinir el significado de las empresas en el siglo XXI será, sin duda, fundamental, aunque sólo parte de una redefinición completa de los pilares filosóficos de las actualmente consideradas sociedades democráticas y de mercado, para que podamos aspirar a construir un paradigma completamente nuevo para la humanidad, no anclado en el mercado sino en la gente y el planeta. Esto implicaría re-abordar, re-enunciándolos, valores medulares tales como la democracia, la soberanía de las naciones, el capitalismo, la propiedad, el liberalismo y la precedencia tanto del individualismo como de la comunidad; definiría los términos de un contrato social enteramente nuevo.
En este escenario, la democracia representativa dejará de existir como la conocemos ahora. La gente gradualmente, como ya ocurre, se involucrará en cada aspecto de la cosa pública; gradualmente tomando mucho de la iniciativa al concebir muchas de las ideas y conceptos que serán canalizados a las legislaturas para preparar iniciativas después de haber sido debatidas directamente por la gente en foros ciudadanos. Se dará una relación cohesionada y productiva entre ciudadanos y sus representantes en los parlamentos que no existe hoy en día. La gente participará de manera regular en el proceso legislativo para hacer a la democracia verdaderamente directa y desde las bases. La ciudadanía observará de cerca a todas las ramas de gobierno. La corrupción, factor central en el estado deplorable del mundo, se reducirá sustancialmente. El referéndum se convertirá en un recurso fundamental a la vanguardia del proceso democrático sin el cual ninguna decisión pública, con un grado razonable de impacto, podrá ser tomada. Todos los servidores públicos electos, incluyendo a presidentes y primeros ministros, serán sujetos a plebiscitos periódicos, durante sus periodos de mandato, para permitir que la gente los confirme o los expulse de su puesto.
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Varias naciones sudamericanas –Bolivia, Venezuela y Ecuador– ya han instituido este proceso de confirmación pública. Otro ejemplo paradigmático de la exigencia de una democracia directa es la enorme presión social en México para obligar a las actuales ramas ejecutiva y legislativa de gobierno a abrir el debate sobre la propuesta del gobierno de cambiar leyes federales del sector energético –para permitir la participación privada– a un debate público y a un referéndum formal. Esta demanda en los hechos hace caso omiso de las decisiones de un Congreso que está muy desacreditado y al que grandes sectores de la sociedad consideran que actúa como agente de intereses privados y extranjeros. No obstante, a pesar de la obvia oposición del gobierno federal, la presión social sin precedentes ya ha provocado que el alcalde de la Ciudad de México anuncie que llevará a cabo un referéndum sobre el futuro de la industria petrolera en julio de 2008, y está convocando a todos los gobiernos estatales a que se unan para organizar un referéndum nacional.2
A nivel global, los organismos multilaterales serán reformados en congruencia con el nuevo entorno de democracia directa o dejarán de existir y serán reemplazados por nuevas entidades verdaderamente democráticas. La ONU, actualmente gravemente cuestionada y vilipendiada por muchos de sus miembros, tendrá que volverse un organismo realmente democrático o dejará de existir. Si sobrevive, operará como foro global verdaderamente democrático sin poder de veto para ninguna nación. Otras instituciones, como las de Bretton Woods, serán también reformadas o dejarán de existir. Si son reformadas, el sistema de un voto por cada dólar será reemplazado por el sistema democrático de un voto por cada país, sin poder de veto para ningún Estado miembro. Las leyes que gobiernen a las empresas se volverán universales y gobernarán el impacto social, económico y ambiental de su actividad enfocándose en la procuración del bien común a través de la construcción y preservación de un nuevo paradigma sostenible. En un mundo globalizado, un único marco de normas de negocios, gobernando al impacto tridimensional de las empresas es implementado.
Sin lugar a dudas, las transnacionales y empresas domésticas pagan salarios dignos tanto en el Norte como en el Sur, respetan los derechos humanos y sostienen los ecosistemas. Un salario digno universal, basado en "igual paga por igual trabajo de igual valor", es erigido y revisado anualmente. Hay un acuerdo entre las naciones de que, no sólo por una cuestión moral de justicia social sino también por la necesidad de crear riqueza, hacer sostenible el crecimiento económico y alcanzar el verdadero desarrollo, la gente tiene que percibir un salario digno para que una demanda agregada racional sea generada y sostenida. No obstante, esto no implica de forma alguna el crecimiento económico per se indefinidamente. Por ello, el consumismo y el desperdicio son controlados vía legislaciones y vía el desarrollo de una cultura disuasiva del consumo y del individualismo excesivos e irracionales, que promueve una cultura de solidaridad y de preservación de nuestros recursos naturales. Un entorno sostenible completamente nuevo comienza a emerger.
Lo que es un hecho hoy en día, es la creciente desilusión mundial y la convicción paulatina de que la responsabilidad para la construcción y mantenimiento de sociedades realmente democráticas reside permanentemente en la gente y no en la clase política. Había una esperanza en la instituciones que ya no existe. De esta forma, la gente gradualmente está tomando consciencia de que somos nosotros los únicos capaces de cambiar los pilares de la sociedad y de que tenemos el poder para construir un nuevo paradigma. En el sentido más amplio, estamos redefiniendo a la democracia, al desarrollo y al progreso. Ciertamente tomará al menos una generación saber si tendremos éxito construyendo un nuevo paradigma igualitario y sostenible o si permitimos que las fuerzas perversas de la humanidad conduzcan todo a la ruina absoluta. No obstante, más vale que lo logremos ya que nuestra supervivencia y la de nuestro propio planeta están en juego.
1. Agnès Poirier, It isn't our republican model that has failed, but France's mediocre and prejudiced political elite, The Guardian, 9 November, 2005. 2. Habrá consulta sobre Pemex en el DF; pide Ebrard rechazar plan calderonista. La Jornada, 30 de mayos de 2008. |