El Agua Como Caja de Pandora de la Debacle

Ecológica Desde América del Sur y Centroamérica

El ciclo hidrológico detona la caja de pandora en emisiones de gases efecto invernadero globales desde América del Sur y Centroamérica

La Amazonia, los Glaciares Andinos,

el Gran Chaco en Argentina y el Paraguay

Nubia Barrera Silva

Desde los orígenes de la Tierra hace unos 4.500 millones de años, el agua cumple una función esencial en la actividad biológica del planeta. A través de ella, se diluyen las sales minerales y se mantienen las sustancias orgánicas de las células, que, a su vez, permiten las reacciones vitales desde las más simples formas de vida hasta las más complejas y especializadas.

El ciclo del agua ha sido y será en la Tierra, un componente esencial en la agricultura, la conservación e intercambio de semillas nativas entre campesinos, y por ende, interviene directamente en la producción de alimentos esenciales en cada cultura, además, hace posible la sedentarización o la permanencia humana en territorios favorables a las actividades económicas y el mercado en respuesta a la solución de necesidades y satisfactores históricos de los pueblos y países con asimétricos modelos de desarrollo y bienestar.

A pesar del desarrollo tecnológico desde la era industrial, escasamente el ser humano tiene noción del funcionamiento de las leyes que rigen el movimiento de la naturaleza, independiente de la voluntad y la conciencia humana. Quizá por este desconocimiento, en menos de dos siglos de hegemonía capitalista, más que ninguna otra especie o criatura, los humanos hemos logrado alterar y fracturar el metabolismo del planeta en nombre de la civilización, la tecnología, el crecimiento económico y el bienestar de los países del Norte global.

América del Sur y Centroamérica (ASCA) conforman la segunda región más propensa a incidentes naturales con desastres sociales en el mundo. Desde el 2000, 152 millones de latinoamericanos y caribeños han sido afectados por 1205 desastres, entre ellos las inundaciones, huracanes y tormentas, terremotos, sequías, aludes, incendios, temperaturas extremas y eventos volcánicos.

Por último, en los países ASCA el colapso climático está en ascenso, en cada tragedia medioambiental y ecológica surgen esporádicas ayudas humanitarias de ONG internacionales, la FAO u otra organización de las Naciones Unidas, limitadas al conteo de catástrofes naturales debido a la intensidad y frecuencia de los incendios, sequías, inundaciones, terremotos, tormentas eléctricas y las erupciones volcánicas en máximos históricos, sin que por asome mencionen las causas, cuando en realidad responden a reacciones de la naturaleza ante las fracturas y daños infringidos tanto en la superficie como debajo de la tierra en nombre de la economía verde y del bienestar del Norte global.

Las catástrofes naturales tienen distintas causas: los incendios, la deforestación y posterior reconversión del suelo de los bosques húmedos tropicales, eriales con un propósito común: la expansión acelerada de los monocultivos de palma aceitera y de cereales para el consumo animal y humano sobre la explotación de los recursos finitos de la naturaleza sea por rupturas y desvíos de las corrientes superficiales y subterráneas; el retroceso de glaciares etc. En todos los anteriores, subyacen las alteraciones irreversibles de ciclo hidrológico con impacto destructivo en las poblaciones humanas de los territorios afectados.

Desde esta óptica algunas organizaciones étnico-campesinas trabajan con centros de investigación agronómica y universidades en la adaptación de cultivos tradicionales, la restauración del ciclo hidrológico y la recuperación de formas de almacenamiento con técnicas ancestrales adaptadas a las nuevas condiciones del clima.

En la tragedia de los bienes comunes, la resistencia y las luchas campesinas se libran día a día y el lema es: Resistencia.


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