La brecha de salarios dignos MANUFACTUREROS de ARGENTINA: TODAVÍA UN TRECHO POR RECORRER MAS CADA VEZ MÁS CERCA
Álvaro de Regil Castilla
Argentina tradicionalmente disfrutó del mayor nivel de vida de Iberoamérica gran parte del siglo XX. Tuvo a la población más alfabetizada y alimentada, vastos recursos agrícolas y minerales y una gran fuerza inmigrante deseosa de prosperar en esta nueva tierra. En la primera parte del siglo, aunque la captación de divisa dependía mucho de la exportación agrícola, se consideraba a Argentina como a uno de los países más ricos del mundo. Los salarios reales tenían una brecha muy favorable respecto a los de muchos países europeos, un factor que atrajo a millones de inmigrantes europeo para poblar su hasta entonces muy deshabitado territorio.
Sin embargo, durante la segunda parte del siglo, a pesar de su enfoque en la industrialización mediante la sustitución de importaciones, Argentina experimentó un largo periodo de crisis políticas y económicas. Los golpes militares, el deterioro en los términos de comercio de sus exportaciones agrícolas y una estrategia inconclusa de sustitución de importaciones no dejó que Argentina se volviera un país desarrollado, y, en su lugar, descendió a ser una economía de ingreso medio con un nivel de vida deteriorado y con creciente desigualdad.
A finales de los ochenta, y en línea con la tendencia global, particularmente radical en Iberoamérica, Argentina adoptó las recetas del llamado Consenso de Washington. Esto implicaba la imposición ofertista del mantra neoliberal mediante la liberalización comercial, la privatización y la reducción del Estado a su mínima expresión. Bajo el nuevo paradigma, Argentina experimentó un corto periodo de auge económico al final del siglo. Pero en 2001 la apertura laissez-faire de la economía decantó en su colapso total debido a la base extremadamente especulativa sobre la que se le ancló. Con el “corralito” – la congelación de los depósitos bancarios debido a la falta de fondos provocada por la huida masiva de capital– Argentina se vio forzada a declarar la moratoria de su enorme y predominantemente bursatilizada deuda externa. Como consecuencia, a partir de 2003 Argentina transitó del laissez-faire extremo a políticas económicas mucho más prudentes –con algún grado de regulación y un enfoque económico menos privatizado y más de apoyo a la demanda.
En cuanto a la calidad de los salarios, aunque desde la segunda guerra mundial los salarios reales en Argentina no fueron ni cercanamente lo que fueron durante la primera mitad del siglo, siguieron siendo los más altos de Iberoamérica y reflejaron bajos niveles de desigualdad hasta los años setenta. Desde luego, con el abandono de la economía de apoyo a la demanda en favor del enfoque neoclásico, los salarios reales se deterioraron considerablemente –excepto durante el breve periodo de crecimiento neoliberal del PIB, durante la última década del pasado siglo, y la desigualdad creció exponencialmente, particularmente con el cambio de siglo hasta que la economía se derrumbó en 2001-2002. Desde entonces, los salarios reales han mejorado dramáticamente en correlación con la sostenida recuperación económica, sin precedente, que inició en 2003. Como resultado, los salarios reales manufactureros, en particular, se encuentran en su mayor nivel desde al menos 1996, más que duplicando su valor real previo durante el corto auge neoliberal.
De la misma forma, desde 2003, la brecha de salario digno respecto a los salarios reales equivalentes en Estados Unidos también ha decrecido dramáticamente y, como puede esperarse, es mucho menor que la de los salarios manufactureros equivalentes de Brasil y México, las mayores economías de la región. No obstante, desde la perspectiva de salario digno de LISDINYS (La Iniciativa Salarios Dignos Norte y Sur), antes de que los salarios reales manufactureros de Argentina puedan ser considerados como salarios dignos, tienen todavía considerable terreno por recorrer para llegar a los niveles de los salarios de Europa Occidental y del Este de Asia. Empero, si Argentina es capaz de sostener la actual tendencia, cruzará a un ritmo gradual el umbral del salario digno en menos de una década y logrará salarios equiparables –en términos de salario digno– a los de los países de Europa Occidental y del Este de Asia. Una meta decididamente realista.
Breviario preparado en septiembre de 2011. Pulsa aquí o en la foto para bajar el ensayo completo en archivo pdf. |